8.1.13

COMO ROSAS BLANCAS TEÑIDAS CON SANGRE


    Mi amor por ti...
    es como un montón de rosas
    que la gente cree rojas
    pero no son más
    que un racimo
    de rosas blancas
    teñidas con sangre   

7.1.13

BÉSAME

    Ya no me quedan fuerzas
    ni voluntad
    para pedirte que duermas conmigo
    así que sólo
    bésame
    Cuando la última palada de tierra
    sea hechada sobre mi cajón
    sólo te pediré un favor
    busca entre la mierda
    mi blanca calavera
    y bésame

6.12.12

En la Máquina

    Cuando estás en la cárcel, lo mejor que puedes hacer para espantar el aburrimiento es mirar por la ventana y fumar. Mi celda no tenía ventanas ni yo cigarros, así que me aburría de muerte. Eso hasta que conocí a Braddock. Braddock era un tipo alto y moreno y gay. Pensé que me quería violar.
- No te ofendas. Eres guapo y todo eso, te pareces a James Dean. Pero no eres mi tipo. A mi me gustan más grandes, más musculosos. ¿Entendí'?
    El asunto es que nos hicimos amigos. Eso ayudó bastante. Por un lado, el conocía ya los caminos de la cárcel y era más fácil sobrevivir gracias a él. Por otro, todos sabían que Braddock era puto, y pensaban que yo era su zorra. Mejor, así no intentarían violarme. Braddock era flaite, pero al menos sabía de libros y películas. Conversábamos bastante, horas a veces. Yo lo escuchaba, escuchaba sus criticas literarias y cinéfilas, cosas que a nadie más le interesaba, escuchaba sus problemas personales, y el a cambio me escuchaba y me conseguía cigarros. Me hubiera gustado tener una cajetilla entera. Pero tres cigarros cada dos días tenía que funcionar.
- ¿Por qué caíste?
    Yo había hecho algo que no viene al caso contar y por eso termine en cana. Braddock robaba autos en Reñaca y los vendía en Olmué. Un día los pilló una vieja (ya era conocido) y lo metieron en cana al toque. Eso fue. Pero el problema es que, al igual que a mí, lo mandaron a esta puta prisión cuasi experimental que nosotros llamamos "La máquina de picar carne". Es horrible. Tránsfuga. Violenta. Al principio pensé: mejor esto que la peni. Pero ahora creo que mejor ser apuñalado por un punga bebedor de mate que estar en este infierno perdido en Temuco. Lo que sea. Tendré que aceptar mi destino no más.
    Lo peor era la Fábrica. Allí nos hacían trabajar con materiales pesados, haciendo piezas de metal para quién sabe qué cosa por un "sueldo" irrisorio (eran como 15 lukas por un mes entero de jornada pesada). Al menos podíamos comprar un par de cosas cuando venían las vistas. Claro que a mi nadie me visitaba. El hermano de Braddock me compraba cigarros y libros, eso si. Valía la pena esperar una semana, aunque siempre pensé que un día me iba a cagar.
    Así se arrastraban los días de a poco en ese matadero. Algunos eran asesinados por riñas internas, otros terminaban derivados a la clínica tras ser apaleados por los gendarmes. Nunca vi a nadie salir libre.
    Mi condena era de siete años, pero sabía que nunca saldría de ahí.
    Luego conocí a la Susy. Susana. La Sucia.
    Me estaba fumando un cigarro cerca de la reja que divide hombres y mujeres, cuando oí que me llamaban.
- Hey.
    Me hice el hueón.
- Hey, guapo de cara, ven.
    Me volteé. Apoyada en la reja estaba una mujer de no se cuantos años. ¿Tendrá treinta, veinticinco muy carretados?, pensé. Era alta y plana y tenía el cabello color pajizo. Llevaba solo la parte de abajo del uniforme caqui que nos daban en la Máquina, para arriba tenía una polera sin mangas que dejaba ver sus varios tatuajes.
- ¿Regálame un cigarro?
- Chúpalo.
- Regala pos conchetumare.
    Y así, de esa forma tan civilizada, nos hicimos amigos. Nos veíamos a veces en la fábrica. Le tuve que explicar que no era gay. No me gustaba, la hallaba muy fea, pero aunque hubiera querido no hubiera pasado nada. Los gendarmes nos vigilaban a todas horas. A ella no le hubiera importado un buen polvo. Cómo ella misma me narró, se hizo lesbiana luego de estar tres años en la cárcel, pero en realidad era más por frustración sexual que por otra cosa. Le conté por qué caí y luego ella me explicó que se dedicaba a reducir especies en el barrio alto, cerca de Las Condes. Un día unos tipos con los que trabajaba trataron de cagarla y ella apuñalo a uno con un portaminas. La raja, le dije. Pensaba que iba a terminar en la peni, pero al igual que al Braddock Jiménez y a mí, la derivaron al experimento. Hablábamos bastante. Me acordé que una vez un amigo me había dicho que en las cáceles te organizaban por "peligrosidad", y que aunque en parte tenía que ver con tus papeles, también tenía que ver con cosas estúpidas, como por ejemplo, tener tatuajes. Yo tenía ambos brazos tatuados, de mi época de niño hardcore. Braddock y Susy también estaban tatuados. Quizás por eso nos habían mandado a aquel inodoro con nombre de cárcel. Le narré mi primera noche en esa cárcel, en el calabozo oscuro, acostados en fila esperando alguna respuesta en la oscuridad. Recuerdo que había un niño con cara de inocente acostado al lado mío, y a su lado, un pato malo. En mitad de la noche se lo empezaron a violar. El niño se aferraba a mí buscando ayuda. Los gendarmes hacían oídos sordos a sus gritos de dolor y desesperación. Entonces me aburrí y le pegué la choriá al pato malo. Ahí se calmó. Vi gratitud en los ojos del niño. Pero vi algo más. Vi su vida destrozada. Le dije a la Susy: a mí que me maten antes de violarme. Me dijo: no seai weon, el poto se te recupera, la vida la perdís para siempre. Pero no le hice caso.
    Los días se arrastraban lentamente en aquel tugurio infecto. Un día me pelié con la mafia peruana. Eran tres, se metieron algunos compañeros míos. Arremetí con mis puños contra uno de los peruanos hasta que su cara quedó irreconocible.
- Era - Me dijo Braddock - ahora te van a querer pitear y no yo voy a poder hacer nada pa impedirlo.
    Me derivaron a confinamiento solitario por una semana. Cuando estás en la cárcel, lo mejor que puedes hacer para matar el tiempo es mirar por las ventanas y fumar. Y yo ahora no tenía ni ventanas no cigarros. Me aburría de muerte. Me entraron ganas de escribir. No tenía lápiz ni papel, pero tenia todas las paredes para mi solo. Me quite un zapato y lo gasté hasta que dejo una marca en la pared. Repetí el proceso hasta lograr hilar una frase coherente:
    "RECORDAR ES UNA FORMA DE HACER JUSTICIA"
    O semi coherente.
    Seguí escribiendo hasta que no tuve en mis manos más que una masa amorfa que alguna vez fue un zapato. Entonces me quité el otro y comencé de nuevo. Cuando ya no tuve zapatos, me rompí los dedos y escribí con mi sangre. Seguí escribiendo hasta que me desmayé.
    Estaba cometiendo demasiadas estupideces, en el fondo estaba buscando a la muerte para casarme con ella, porque estaba aburrido de aquel lugar. Los gendarmes se enfurecieron al ver lo que había hecho, así que me apalearon hasta dejarme medio muerto y luego me llevaron a presencia del alcaide.
    Mira que es rara la vida. Yo estudié con él en la universidad. Se ve que llegó más lejos.
- ¡Guachito! ¿Qué haces acá?
- Hola, García.
    Revisó mis papeles. Suspiró. Me dijo que podía ayudarme con un par de cosas. ¿Qué necesitas?, me dijo. Cigarros. Ah, eso es fácil. ¿Qué más? Le conté lo que había hecho hasta ese entonces y me respondió cómo responden los burócratas: Haré todo lo posible, blablablá, pero no te prometo nada, blablablá, te puedo ayudar, blablablá, pero si tratan de matarte no me puedo meter. Eso pensé. Volví a mi zona ese mismo día. Pero yo ya estaba pensando en algo.
    García era nuevo, al anterior alcaide  lo había destituido por no se qué cosa de acoso sexual o algo así. Había varias cosas que no le gustaban pero estaba atado de manos y blablablá. Yo pensaba en lo que pensaban todos los reclusos: no era imposible escapar de aquel infierno, pero estaba tan aislado que te cazarían y acribillarían antes de avanzar un kilometro. Tenían perros y vigías y un montón de hueas. Necesitarías caballos, o un auto, y aparte, necesitarías dinero. Todos sabían dónde estaba el dinero. En la caja fuerte, en el ala oeste de la cárcel. Nadie la protegía: estaba reforzada, y sin herramientas era imposible abrirla. A menos que supieras la clave. Tenía un tablero digital que hacía imposible tratar de adivinarla.
    Contrario a mis expectativas, no intentaron matarme. Esperan el momento, supuse. Me arriesgué. Jugué básquetbol, me metí de voluntario para el aseo, trabaje doble jornada en la Fábrica. Nada. Estaba seguro, al menos de momento.
    Entonces llegó Ahmed.
    Ahmed era un amigo de infancia, musulmán o algo así, de mi barrio. Fuimos juntos al colegio. Cayó por estafa o algo así. No entraba en el perfil de peligrosidad de nosotros. Era un tipo delgado, algo calvo y con unas gafas poto de botella que le daban el peor aire de nerd de la historia. Hablé con él. Y entonces supe dos cosas: la razón por la que estaba ahí con nosotros, y que las cosas se iban a poner de feas a horribles.
    Ahmed era una de las personas que había ideado esa cárcel. Se valió de artimañas y contactos para su aprobación. Y al verse envuelto en el delito, sus contactos le dieron la espalda y lo mandaron al infierno que el mismo había creado. Pero aquello no terminaba allí. Ahmed sabía la clave de la caja fuerte.
- A menos que la hayan cambiado, cosa que dudo. Pero yo la diseñé, y yo la configuré. Soy una de las Cuatro personas en Chile que saben como abrir esa caja.
    Las otras tres eran el ex alcaide; el ingeniero que la armó, y García. Era definitivo. Iba a necesitar de la ayuda de ese soplapollas y no iba a aceptar un NO por respuesta.
    Ideé todo junto a Braddock y Susy. No me iba a ir de allí sin ellos. Cuando les dije esto se emocionaron hasta las lágrimas, y Susy me agarró a través de la reja y me besó apasionadamente. Luego Braddock me agarró y me besó apasionadamente.
- Ni que estuviera tan rico - dije.
    El plan era pedirle a García su auto. El tenía control sobre nosotros, pero yo sabía cosas de él que podían hundirlo. Le prometí que le pagaría cuando pudiera. Luego de mucho deliberar, aceptó a regañadientes. La parte del plan que no le conté es que planeaba saquear la caja fuerte y llevarme todo lo que pudiera de allí, para comenzar una nueva vida lejos de aquella tierra.
    Pero las cosas, cuando pueden complicarse, se complican. Pronto se esparció el rumor de Ahmed, y los reclusos sólo pensaban en dos cosas: matarlo para vengarse del verdugo que había planeado aquella monstruosa locación, o torturarlo hasta sacarle la clave a gritos. Le dije que se quedara junto a nosotros, que si andaba solo por ahí era peligroso. Braddock se puso histérico, dije que en lugar de brindarle protección lo que estaba haciendo era comprometer la seguridad de nosotros. Pero como ya dije, para mi no había salida mala: buscaba la muerte, ambicionaba un escape de aquel lugar, incluso el infierno se me hacía más placentero que esa cárcel.
    ¿La parte en la que todo se fue a la mierda?
    Resistimos todo lo que pudimos. García me prometió lo acordado en una semana. Al quinto día, mientras me dirigía a mi celda, vi abalanzarse sobre mí una mole monstruosa y morena. Era Ulises, el peruano que yo había masacrado. No quería matarme, si no medio matarme, ojo por ojo. Me dejo hecho un cúmulo de piel y ropa ensangrentada y se marchó. Cuando recuperé el conocimiento, pensé en una sola cosa: Ahmed. Lo busqué por todas partes y no lo hallaba. Temí lo peor. Sin esperanzas me dirigí a la zona sur de los patios, en dónde hay bodegas atestadas de maquinaria pesada y un par de árboles. Allí estaba Ahmed, fumando.
- Hueón. Pensé que te había matado.
- Nah. Estaba rezando.
    Volvimos al patio. Vi las miradas de los reclusos sobre nosotros. Supe que ya no podíamos esperar más. Fui dónde García, lo huevié. Me dijo que en realidad sólo le decía que si para que no lo molestara, que sabía que por mucho que yo lo extorsionara eso no valía nada dentro de la cárcel, que ahí no tenía forma de denunciarlo con nadie, y que sólo era cuestión de tiempo para que me mataran. Me enfurecí, y le pegué un combo en el hocico y un par de patada en las costillas.
- Tai equivocao. Acá hay visitas ¿Cierto? Entonces te va a gustar saber que le entregué una carta con todas las indicaciones necesarias a un amigo, le dije que en caso de cualquier cosa la ocupe. Ahí está todo lo necesario para hacer una denuncia anónima acerca de tus compras de coca que me imagino no has dejado, y de tus cotorreos con niñas de doce, que creo que a tu esposa le encantaría saber.
    Se quedó callado.
    Luego dijo:
- Mañana.
- ¿Qué?
- Mañana. Mañana te escapai. Y no volvai nunca o si no yo mismo te mato.
    Había que esperar un día más...
    Esa noche no dormí, y si dormí fue para tener horribles pesadillas de un monstruo de mil caras y mil brazos armados con cimitarras que me perseguía hasta devorarme, y aún así no moría y debía aguantar ser digerido y cagado por la bestia.
    Y al otro día...
    Pasaron muchas cosas, no entendí ninguna, no quiero entenderlas, quiero olvidarlas. García corría hacia mí, gritaba, yo no lo oía, en el patio se había armado un motín, los reclusos habían asesinado a Ahmed y se habían parapetado frente a la Caja Fuerte. Habían quemado colchones en el patio, botado la reja que nos separaba de las mujeres, les habían quitado sus armas a varios gendarmes. Todo era una confusión de caos y fuego y muerte. Corrí hacia el cuerpo de Ahmed. Y lloré.
    La Susy me pegó una cachetada al verme en shock, y solo entonces me di cuenta de que yo tenía algo en la mano: las llaves del alfa romeo de García.
- Hora de irse.
    Enganchamos a Braddock en el camino, aprovechamos la confusión para escabullirnos. Algunos nos siguieron, los gendarmes estaban demasiado preocupados tratando de controlar el sabotaje, pero aún así un par de ellos controlaban que no se escapara nadie. Hubo pelea. Nos hicimos de un fusil de asalto, trepamos las murallas, vimos caer cuerpos, al Braddock lo hirieron en el hombro, saltamos el muro, nos subimos al auto y huimos hacia la libertad.
    Así fue. Algo así. Todo es confuso en mi cabeza.
    Cuando huyes de un lugar aislado, lo mejor que puedes hacer es mirar por la ventana el paisaje y fumar. Y eso hice. Tenía ante mí el paisaje más hermoso del mundo y más cigarros de los que podía fumar.

2.12.12

La Vida de las Mariposas

1.-
    Jessica camina por la calle, preocupada de sus asuntos. Tiene mucho que hacer aún, su vida es funcional y ha aprendiudo una valiosa lección: mientras más ganas, más tienes que trabajar. Así se desenvuelve. Pasa al local de comida rápida a servirse un café y algún tentempié para engañar el estómago. Saluda a los empleados, porque es clienta habitual. No nota la mirada ardiente del muchacho que hace las veces de maestro sanguchero. Toma sus cosas y se va. El mundo es muy rápido para ella.

2.-
    No tienen ni siquiera 20 años, quizás 21. Y ya cargan en su alma todo el dolor necesario para componer música descarnada, cargada de amores y fracasos, cargada de sufrimiento a la vena. Son indefinibles. ¿Son punk o blues?¿Son jazz o rock sicodelico?¿Son rocanrol o grunge? Se pasean por varios estilos cómo una mariposa revoloteando entre varias flores. Son cuatro: Isaac, Pedro, Jason y Máximo. Isaac toca el bajo, Pedro la batería, Jason guitarra y Máximo guitarra y voz. Los hecharon de casi todos los lugares en que tocaron, porque no encajaban con nadie. El único refugio que hayaron fue el Bar de mala muerte de su amigo Héctor, que queda en el barrio Brasil. Héctor es un par de años mayor que ellos, y los ayuda de mala gana, porque a la gente del lugar parece gustarles la música de fondo.
- No me malentiendan, a mi me gustan sus temas. Menos cuando se ponen muy políticos. Ustedes saben, no sabían ni caminar cuando Pinochet le entregó el poder a Alwyn. Yo si puedo hablar de política. Yo viví el golpe.
- Pero Héctor - lo interrumpe Max - Tú no sabías ni caminar cuando ocurrio el Golpe.
- Ese no es el punto.
    Todos paran de hablar un momento para hecar un trago y encender cigarros.
- Me gustan tus temas más acústicos. Algunos de ellos me parten el alma. ¿De dónde sacas tantas ideas?
- De mi vida. Escribo sobre lo que conozco.
- Pero tú te ves siempre tan alegre, mientras que estás canciones parecen de alguien con una profunda depresión.
    Max sólo baja la vista y esboza una sonrisa triste.

3.-
    Max se despierta tarde otra vez. Debe ir a cumplir su labor a la cadena de comida rápida que hay en Alameda, en dónde se desempeña como maestro sanguchero.
- ¿Sabes? - le comenta a una de sus compañeras - Odio mi trabajo. Sólo hay un momento en el día que me alegra.
    Y su compañera sonríe. Sabe cuál momento del dís es ese. Caundo llega Ella, cuando Jessica se asoma por unos escasos diez o quince minutos para comprar un café y algo para engañar el estómago.
- Es mi amor platónico.
- ¿Y por qué no le hablas?
- ¡Cómo! Es mucha mujer para mi. Se ve tan segura y elegante, ella puede conseguirse un hombre de verdad, que la lleve a restoranes caros y le compre cosas con amor. Si yo la invitara a una pizza me quedaría sin plata para la Bip.
- Tienes que hablarle. Nunca sabes.
    Pero él dice que no. En el fondo piensa en su propia vida, y concluye que sólo el fracaso está destinado para él.

4.-

    Héctor hace un pequeño gesto. Las luces se encienden. Los niños que se creen hombres comienzan a tocar.
    Los platillos zumban y un agresivo riff agrede los oídos. Luego las revoluciones bajan un poco, la batería vibra con menor intensidad, y Max comienza a escupir las palabras con su voz desganada.

    La otra vez
    estabas sola
    me dijiste
    besa mi piel
    te tomé
    subido al caos
    nunca más podré volver

    Y luego irrumpe de algún lugar entrópico el resto de la canción que explota como una lluvia de meteoros. Pedro desata toda su energía sobre la batería, y los otros tres comienzan a botar la rabia en el catartico ejercicio de la música. Las voces se desgarran y escupen al cielo.

    Continuan sin descanso. Esa noche y todas las noches son inmortales. Saben que aquella bella existencia no durará para siempre, saben que ellos mismos no durarán demasiado. Tal es la vida de las mariposas.

5.-

    Jessica camina lentamente por la Alameda, y por primera vez en mucho tiempo se toma la libertad de fumarse un cigarro. La vida le parece caótica y superflua, a la vez que innecesariamente complicada. Ha peleado con su novio por última vez. Ha recibido una muy mala noticia: su madre está enferma, internada en el hospital a la espera de que la operen de calculos. Todo esto la hace recapacitar sobre su propia vida, a replantearse muchas cosas. Se le pasa por la mente que quizás desperdicia su vida. Que su trabajo no la llena tanto cómo quiere, que siempre ha hecho lo que le han dicho que debe hacer, y nunca ha tomado sus propias decisiones. Dejo de fumar cuando su novio se lo pidió. Ahora se puede tomar la libertad de empuñar el cigarro y aspirar nicotina una vez más. Las cosas van a cambiar, se dice. Necesita despejarse, y enfila por Brasil. Oye música en tugurio de mala muerte. Un lugar al que una mujer ella nunca entraría. Y entonces entra.

6.-

    Cuando la ve entrar, no lo puede creer. Jessica levanta la vista y lo reconoce. Se sienta sola en una mesa para verlo tocar, y siente dentro suyo que todas las canciones de dolor y fracasos hablan de ella. Pide una cerveza, enciende un cigarro, y rechaza a los hombres que se le acercan, harta de ellos. Entonces vuelve a mirar al pequeño artista sobre el escenario, que día a día se disfrasa de hombre feliz y civilizado y alimenta a la gente verdaderamente feliz y civilizada, cómo ella. Con los ojos llenos de lágrimas, busca sus ojos, y le regala una sonrisa.
    Y Max, procurando no ponerse nervioso y perder el ritmo en la guitarra, tímidamente, le devuelve la sonrisa.

1.12.12

Él y Ella



    Él. Sentado en el salón demasiado iluminado, mientras los perros le ladran preguntas y extraen cosas de su bolso tratando de interrogarlo, tratando de intimidarlo con sus uniformes y sus armas. Él, riendo indiferente al mundo, esperando que le ladren algo que sea útil, que dé sentido a su vida. Le preguntan por enésima vez por qué hizo lo que hizo, porque creyó ser mejor que los demás, por qué creyó que las leyes y la culpa no lo afectaban. Entonces Él comienza a narrar.
   
    "Fue en aquella fecha
    4 de septiembre
    cuando aprendí
    a decir para siempre
    pero con el tiempo comprendí
    que aún pese a todos mis esfuerzos
    el tiempo no se puede cambiar
    y aunque lo quieras nada es eterno"

    Pero no responde nada, ladran los perros. ¿Vez esto, hijo de puta? ¿Vez los inútiles objetos que hay en tu bolso? Dinos algo que nos sirva, te vamos a pudrir en la cárcel. Él solo sonríe y continúa con su relato.
   
    "Fue en aquellos meses
    en que ni lloraba
    cuando aprendí
    que no importaba nada
    con las alas rotas te encontré
    y di mi vida por la tuya
    pero una vez recuperada
    te echaste a volar como si nada"

    En su bolso hay latas de pintura, un cuaderno con anotaciones sin sentido, un par de panfletos anarquistas, un disco de una banda punk, un cuchillo, una foto enmarcada y un lápiz bic negro. En el cuaderno solo está repetida la misma frase hasta el cansancio: "Y que me devoren vivo, porque no tengo lugar, ni sonrisa ni un hogar ni refugio pa' escapar", excepto en la última página, dónde dice "Y tú no estás".

    "Sanaba tus heridas
    con trozos de mi alma
    alimentándote con pedazos de mi corazón
    y ahora el muerto soy yo
    y no encuentro la calma
    y cada noche he de dormir en un cajón"

    "y que me devoren..."

    Y entonces uno de los perros, el más alto, el rubio, se exaspera y abofetea al interrogado, gritándole, ladrándole que no se haga el loco, que aunque lo haga no se va a poder zafar. Y entonces sucede: Él deja de ser insignificante y cobra la fuerza de mil hombres, Él deja de ser solo un muchacho de veintipocos de zapatillas sucias, jeans gastados, polera estampada y gorro de lana, deja de ser un cuerpo pequeño y herido, deja de ser un adolescente moreno y se convierte en un huracán de caos y entropía, aprovecha la confusión y agarra el cuchillo, noquea al rubio y se le abalanzan dos más, lucha con ellos, los resiste, aguanta de pie los lumazos cargados de ira y de cobardía.
    "Llamen refuerzos!" Ladran los perros por sus máquinas de comunicación.
    "Llamen a la supervisora!" vuelven a ladrar.

    Él se parapeta en su locura y se protege amenazando a los perros con el cuchillo. Ellos esperan, sin decidirse a reducirlo.
    Entonces llega Ella.
    "Tú!", grita Él, mientras la apunta con el arma.
    Y entonces comete un asesinato. Él es la víctima. Utiliza el cuchillo contra su propia garganta, sin quitarle a Ella jamás los ojos de encima. Ella huye, llorando.
    La confusión desbarata la mesa, los perros corren hacia el cadáver de Él, que convulsiona en el piso mientras la sangre burbujea desde su cuello y forma un charco bajo su cuerpo. Uno de los perros pasa a llevar los objetos de Él, que caen al piso. La foto enmarcada se hace añicos contra el piso. En la foto, Él y Ella están inmortalizados en un beso.

28.11.12

Navajas


    Es simple
    Pienso:
    Tengo tantas navajas de afeitar en mi casa!
    De cuando trabajaba en amko
    me robe muchas
    son afiladas
    son perfectas
    sería tan simple, pienso
    un solo corte en el cuello
    mi sangre brotando a borbotones
    manchando mis sabanas para dormir un sueño eterno
    secandose y endureciendose
    dejando una bella pelicula
    pegandose a mi como la miel
    brotando de mi yugular vencida
    y yo diciendo adiós sin despedirme
    para que algún día encuentren mi cuerpo inerte
    con una sonrisa en el rostro

27.11.12

La Obra Maestra de Benjamín Ortega, pérdida e inconclusa.



    Benjamín Ortega ha muerto. Era un buen en cabro. No era muy brillante que digamos, pero era un buen cabro. Era mi amigo, lo que habla bastante mal de él. Confiaba en mí, lo que habla bastante mal de él.
    Lo conocí a los catorce, cuando yo era un pendejo medio emo y medio hardcore que no sabía que hacer con su vida y que se veía horrible tratando de emular a Henry Rollins o a Dennis Lyxzén siendo moreno y bajo y crespo. En esa época yo tocaba batería con Neruda está Sobrevalorado, dónde Carlos Cavieres hacía voz y bajos y nos mandoneaba a todos lados por ser tres años mayor que nosotros. La banda era pésima, y consistía mayoritariamente de covers a Los Prisioneros y malos plagios de Pearl Jam. Sin embargo, teníamos un tema distinto, un tema raro. Un tema que compuse una noche que no pude dormir y que vomité sobre las hojas de un cuaderno de matemáticas a las 4:30 de la mañana, y que de algún modo era nuestro placer culpable tocar. Se titulaba En el Jardín está Enterrada María; y si mal no recuerdo iba más o menos así:

    Aún recuerdo aquellas noches
    Nuestra rara danza ritual
    No te buscaba ni tu tampoco
    pero siempre coincidíamos en algún lugar
    Frente al metro o en la plaza
    tu con tus buitres, yo con mis cuervos
    era un baile cósmico
    De Caos y de distorsión
    a dónde fuimos a parar
    no recuerdo mucho más
    el vino nublaba mi razón
    atrapado entre tus labios
    preso de tu mirada
    debías ser sólo mía, pero nunca lo fuiste
    nunca lo serás
   
    En el Jardín está enterrada María
    bajo las amapolas que una vez sembré
    las flores crecen hermosas
    al nutrirse de su cadáver y su soledad
    tras el sauce que crecía en aquel lugar
    descubrí una lúgubre figura
    era el árbol de Judas
    y era yo el que colgaba de él
   
    Esas noches no dormí,
    desperté a la hora convenida
    a las 5 de la mañana
    siempre nos encontrábamos en algún lugar
    frente al metro o en la plaza
    tomé el cuchillo que guardo
    debajo de mi almohada
    abrí mi cabeza y con el y dejé salir
    todos los demonios y miedos y penas que tenías
    así fue cómo nació esta canción

    Un día nos presentamos en el auditoria de no sé que chucha, y ahí estaba el Benja. Obviamente detestó nuestra banda, pero tras nuestra presentación, cuando le estábamos dando a la cerveza, se acercó a Carlos y le dijo que se había enamorado del tema. El Carlitos le explicó que en realidad el tema no era suyo, que lo había compuesto yo. Y ahí, pese a todas las diferencias, siendo yo un hueón que soñaba con la escena del punk y el hardcore posmoderno y el un tipo atrapado en el rocanrol de los 60's, nos hicimos amigos.
    Nos veíamos muy seguido, hablábamos de cine, de música y de lo demás. Entonces decidimos hacer un proyecto, un proyecto de banda hibrida con él en Teclado y yo en batería. Nos llamábamos Ausencia del Héroe, y grabamos un solo ep de 3 temas que debe andar perdido por ahí. Sus melodías eran fantásticas, algo a lo que yo nunca podría aspirar, inspirado por David Bowie, por los Doors y por Rush. Las letras las ponía yo, y todas hablaban de lo mismo: de evasión y de muerte.
    Luego maduré y me concentré en muchas otras cosas y abandoné a los Neruda, pero seguí viéndome con Benjamín, aunque ya no tocábamos juntos. Cambié mi forma de pensar, odié a mi yo de los 14 años y odié también mis canciones desastrosas. Un día fuimos a una tokata con el Benja, en un Galpón que quedaba en Pudahuel. Ahí vimos a los Neruda, sólo que algo era... distinto. Carlos, y los demás se veían terribles, cómo si no hubieran dormido en años y sólo se hubieran dedicado a beber mercurio. Sus canciones... ya no eran plagios a Pearl Jam, eran terriblemente oscuras y mórbidas, meciendo al público nihilista con sus hipnóticas y desgarradas voces y sus descarnadas armonías. En ese momento Benjamín y yo nos miramos, y creo que ambos nos sentimos pésimo.
    Luego vinieron otras cosas, entré a la universidad y me aferré a los estudios, por lo que dejé de ver a casi todas mis amistades de esos años, incluso a Benjamín. Cuando lo volví a ver, sentí la misma sensación desagradable que percibí cuando volví a ver a Los Neruda. Parecía al borde de un colapso nervioso, me preguntó por mi vida y le dije que bien, no me quejo. Luego el se explayó en sueños y visiones alucinantes que había tenido durante aquél último tiempo, y que lo único que había hecho era componer. Cuantos temas, le dije. Ninguno, estaba avocado en componer un sólo tema perfecto, imperecedero, que superara a sus ídolos y que lo alejará por fin de la sombra de En el Jardín está Enterrada María, al ser él quien pusiera la letra. Me preocupé y lo acompañé a su departamento, en dónde vivía solo desde que se había peleado con su madre .Hablamos un rato y luego me pasó unas copias de las llaves de su departamento por si quería ir a verlo, ya que el casi siempre estaba encerrado componiendo y no escuchaba cuando lo llamaban. Viaje a Lo Prado, a su anterior casa que quedaba cerca del metro Neptuno. Ahí su madre me dijo que desde hacía bastante tiempo que Benja se comportaba de manera errática, que casi no dormía ni comía y que parecía absorbido por la música. Mujer evangélica, asoció todo al satanismo "inherente" a la música rock y a las malas juntas que quizás lo hacían beber quién sabe que cosa y fumar marihuana. Me despedí de ella muy turbado y le prometí que vigilaría a Benjamín.
    No lo hice. Seguí encerrado en mi pequeño mundo intelectualoide y luego un día simplemente supe que había muerto. Benjamín Ortega, gran músico incomprendido de nuestra generación, se había suicidado lanzándose al Mapocho. Los que rescataron el cuerpo mencionaron algo curioso: en la mano derecha, empuñada, llevaba una hoja de papel que por el agua se había disuelto.
    Fui al funeral y al entierro y luego soñé con él. Soñé que tocaba en el teclado la canción más hermosa que he escuchado: primero una sinfonía simple, luego las armonías, los juegos de sonidos que se sentían como agua en el cerebro... y luego, comenzaba a cantar. Yo sabía que era él, pero no lo veía por ningún lado. Su voz era rasposa y carente de talento, pero tenía tanto corazón puesto en esa canción que daba lo mismo. Y la letra... la letra era terrible, mágica, absorbente, hermosa y destructiva como el mar. Luego desperté, aún tenía la melodía resonando en mi cabeza. Pero olvidé la letra por completo. Y era tan cautivante, tan sofocante, que creo que comencé a desquiciarme. Todos los días intentaba recordarla, me pasaba horas aferrado a la guitarra tratando de recordarla, emulaba los beats en la batería... pero nada funcionó. Lego recordé la llave, y fui a visitar su ahora vacío departamento.
    En su dormitorio, plagando los muros, escritas con plumón y creo que algunas incluso con sangre, amándose y odiándose entre sí, había frases al parecer sueltas, pero luego de una atenta mirada era posible percibir un cierto orden dentro del caos que daban forma al poema musicalizado más grande de la historia: el tema que oí en mi sueño. Pero... estaba incompleto. Faltaba la frase final, sin la cual el preludio inmenso y enmarañado de lírica quedaba vacío, como un cuerpo sin alma. La frase final era tan atronadora como un martillo golpeándote justo en el pecho, haciendo añicos tu corazón, destruyéndote por completo para dar paso a lo único que queda en pie: las lágrimas.
    Me retiré rendido, pero antes, prendí fuego a su departamento. Nadie debía conocer la locura que yo había atisbado. Ahora sé qué había en el papel que Benjamín empuñaba el día de su muerte.
    Hoy por hoy soy un mendigo, y deambulo por lo que creo que es la Alameda, buscando incesantemente aquella frase perdida, y escribiendo este testimonio mientras me quede algo de cordura.