25.5.11

TRECE

    Verla por primera vez fue nacer de nuevo.
    Oírla cantar, morir a sus pies.
    Ella fue quien por vez primera me llamó Ocelotl.
    Pandora. Dijo que se llamaba Pandora.

    ¿Mujeres? Rowen y Leng alguna vez me hicieron esa pregunta. Yo estaba comprometido, en los Nkau Iché, con Doma, la hija de Chirkún. Nuestra descendencia debía ser fuerte, montañesa. Serían varones de la tierra, con tótems aves y reptiles.
    Vi morir a Doma el día del asesinato de mi clan. La violaron tres hombres, y luego la rociaron con combustible.
    En las noches, a veces aún siento el olor a carne y pelo quemado, y escucho los gritos en mi mente. La imagen es demasiado dolorosa, ella era ya mi esposa, porque los compromisos de los Iché son indisolubles. Pasó tiempo antes de que me replanteara el unirme a una mujer, tiempo antes de pensar en que mis tradiciones no me servirían para sobrevivir.
    Es muy doloroso de recordar. Esto jamás se lo había contado a nadie.
    En el campamento había Indóciles hermosas, pero yo aún estaba traumado. Sólo entable amistad con Wendikán, y hablé poco con él. En ese momento, en mi corazón solo había sitio para la venganza.
    En San Linus tuve mi primera "novia": Ninsai, la hija del tabernero. Pero yo estaba atareado, atareado planeado mi venganza, buscando nombres y pistas; atareado sobreviviendo en esa ciudad de mierda. Ninsai tenía una mejor amiga; la Casia. Cuando ella murió, Ninsei se alejó de mí. Me culpaba por la muerte de su amiga. Y quizás tenía razón.
    Casia era Indócil, como yo. No lo supe hasta que ella murió. Su estirpe era la de las Araucarias. Su padre era Valerian, el carpintero. Había violado deliberadamente las leyes de la ciudad y había llevado a vivir consigo a una mujer Indócil de las llanuras.
    La mujer murió en el parto. El carpintero se hizo cargo él solo de la hija, y la llamó Casia, como su madre. Durante mucho tiempo fueron felices. Lo sé. Valerian era sólo un hombre que amaba a su hija, que aparte de eso no tenía familia. Estaba solo. Pero tenía un vicio: las apuestas. Comenzó a perder dinero, luego propiedades. Finalmente todos sabíamos que le iban a quitar el local.
    Pero del lejano Sur llegaron Caballeros Rojos, los más temibles ejemplares de la Alianza. Apuntaron al carpintero con armas negras y le dijeron:
- Viejo de Mierda. Escucha. Debes tanto que ni siquiera naciendo de nuevo y trabajando cada uno de tus días hasta cumplir cien años podrías pagarnos. Así que haremos un trato.
    Uno de ellos tomó a Casia por la espalda, y la llevó bruscamente al centro de la taberna. El que había hablado, al parecer el líder, dijo en voz alta.
- Una muchachita muy linda ¿no? Lástima que tenga sangre de perra en sus venas- la abofeteó, brutalmente. Valerian intentó zafarse, pero lo golpearon en el estómago para que no se moviera.
    Yo estaba allí. Era un día normal en la taberna, y de repente habían aparecido estos cuervos a amargarnos todo. Y nadie hacía nada. Recuerdo que Ninsei me dijo:
- ¡Trewán, has algo!
    Era el único lo suficientemente temerario y estúpido como para oponerme a ellos. Me levanté y me acerqué decidido al líder. Pero se antes que pudiera hacer nada, se voltearon y los vi. Dos círculos, verticales, y una luz roja. Y entonces...
- ¡Trewán, no!
    Había oído y visto un par de armas en mi vida. Revólveres, fusiles, pistolas... Esto era distinto. Eran armas negras, macizas. Limpias, no rusticas. Sentí miedo. NO podía moverme. Dudé, quizás, un segundo. Ese segundo bastó para que dos Caballeros Rojos me masacraran y me dejaran vomitando sangre en el piso.
    El que había gritado era Rowen. El conocía esas armas. Vaporizadores, les llamaba. Ese día supe por qué.
- ¿Alguien más? ¿Alguien más quiere hacer el ridículo?- el líder hablaba con voz desafiante. Eso me provocó, e hirviendo en ira intenté levantarme de nuevo, pero me gané una patada más en la quijada. El líder susurro, mientras me apuntaba con su arma:
- Una sola vez más, y ya no contarás esta historia.
    Entonces hizo un gesto y dos hombres, uno de cada brazo, estiraron a Casia. El líder se alejó de mí y volvió a hablar.
- Retomando el tema... esta perra, que está aquí, es una mancha en nuestra sagrada ciudad. Y cómo alguien bien nos informó, este lugar debe ser purgado. Este el trato, viejo. Se te permitirá seguir viviendo, pero te quitaremos todo lo que tienes. El local, el dinero, y tu... "Hija"- y se largó a reír.- Muy bien. Carles, procede.
    Uno de sus hombres entonces se colocó frente a Casia y la apuntó con su arma. Dirigió y cuadró bien el tiro, y disparó.
    Los otros dos quedaron sólo con los brazos en las manos. Y entre ellos, una mancha de sangre en el piso y un par de tripas quemadas en la pared.

    Cuando me mudé a la zona Neutral de San Linus, dejé de ver a Ninsei. La última vez que la vi, en la calle, no me saludó. ¿Qué será de ella?

    Ahora estaba en Entreazulado. Lo primero que hicimos al llegar a la polis fue tomar unas cervezas y comer algo que no hubiera sido despellejado entre la tierra. Luego, a dormir. Ya habría tiempo de presentarme en sociedad.
    Al otro día, un grupo heterogéneo llegó al local dónde habíamos comido y dormido. Eran los Cóndores.
    Cazaux se encargó de las formalidades: este es blablablá, hace blablablá, podría blablablá. Yo los miraba de uno en uno. Eran ocho: cinco hombres y tres mujeres. El más viejo era un hombre de unos cincuenta años, delgado y con el cabello blanco; la más joven, una chiquilla de no más de quince, de cabello castaño y pecosa. Todos parecían buenos luchadores, y si me hubieran preguntado, habrían pasado por un grupo de mercenarios. Quizá esa era la fachada que ocupaban.
- Muy bien- dijo un hombre de unos treinta años, de cabello pardo y tez tostada - Mi nombre es Valente, pero desde ahora en adelante me llamarás Middrin cuando estemos en misión. Son nombres claves que nos damos, así es más complicado que se nos identifique. Según dice Cazaux, eres apto para la sobrevivencia y el combate, así que no deberás pasar ninguna prueba, ya que me fío de su palabra. En dos días más te encargaremos una misión menor, para probar que tal eres en infiltración y sabotaje. Desde ahora, tu nombre en misión será Lancelot.
    Luego hablamos de otras cosas, más que nada anecdóticas. La mayoría consideró increíble el que un Indócil como yo hubiera sobrevivido tanto tiempo en San Linus. Percibí desconfianza en ellos cuando supieron que había contado con el favor de Matius, es más, no les gustó mucho que hubiera pasado tanto tiempo en la catedral. A raíz de esas conversaciones surgieron estas palabras, entre Cazaux y Valente.
- Por cierto... la misión Ángeles fue acabada con éxito.
- Excelente, Cazaux. ¿Algo que acotar?
- ...no
- Entonces no haré preguntas-
    Noté la tensión, pero pasó. Seguimos hablando, ordenamos algo para comer y beber. Y entonces llegó ella.
- ¡Miren! Ahí viene Pandora.
    Yo estaba allí, indiferente, y medio distraído me volteé. Al verla, mi mundo gris se volvió en colores.
    Era blanca, tan blanca como la porcelana, y su cabello negro azabache. Me recordó a la Madre Noche, al arenal en que había crecido, me recordó la Luna que regía mis sueños en el cielo. Finalmente, me recordó a mí mismo, pintado en colores contrarios a los de ella.
    Me miró, y sonrío. Y entonces no necesité nada más: los dioses me habían colmado de cuantos tesoros había en la Tierra.
    Pero era la mujer de Valente.
- Esta es Pandora, encargada de operaciones de guerrilla. Su nombre clave Morrigan. Cuidado con ella, es una bruja. Y te lo digo yo - Valente se largó a reír, y ella le dio un pellizco, en broma. Ambos eran felices, y me sentí podrido por dentro.

    Así fue cómo quedé integrado al grupo de insurgencia Cóndores de la Libertad. Es importante hablar de ello, ya que fue junto a ellos, y sobre todo de Cazaux, que comencé a forjar mi historia cómo héroe. Aunque, si es por mencionar algo, es también dónde comencé a ser conocido como Lancelotl el Traidor.

1 comentario:

S.H.G dijo...

Este cap es más bonito por las metáforas, pero sigue siendo introductorio pa lo que viene. Igual entrete