9.4.11

NUEVE

    Estudié durante siete años con el reverendo Matius. Después de ese tiempo, Cazaux asesinó al clérigo, y yo comencé a viajar con él. Pero pasó tiempo antes de llegar a ese momento. Mejor me atengo a los días inmediatamente posteriores a mi "liberación".
    Por alguna razón, Matius me había salvado la vida. Hablamos un poco cuando salí de prisión, pero no me enteré de mucho. Principalmente, dos dudas cruzaban mi cabeza: una, el por qué me había socorrido aquel personaje, justamente él, y justamente a mí; y la segunda, quién era realmente el reverendo Matius, de dónde había salido y cuáles eran sus intenciones.
    Me enteraría de todo eso después, pero por ese entonces no pude más que hacer que tragarme mis dudas y aprovechar aquella vuelta del destino. Pasarían días antes de que el Reverendo se presentara de nuevo, y aun así me fue imposible sonsacarle algo hasta meses después. Así que hice lo que la mayoría de los internos en la Catedral: estudiar.

    Es increíble como la cosmovisión de un hombre puede cambiar las cosas. Existen infinitos enfoques, pero sólo unos pocos pueden ver el mundo desde más de una perspectiva, y así hacerse una idea global de cómo son las cosas en realidad.
    He vivido casi dos siglos y puedo decir que los años que pasé en la Catedral de San Linus fueron quizás los más importantes en mi transformación de Bestia a Héroe, más importantes que las batallas que vendrían después, que las acciones que yo ejecutaría. Porque esos años fueron el pensamiento que precede a la palabra, la oración que antecede a la acción. Escribí mi vida en esas paredes.
    El hombre civilizado, el de la Alianza, ve las cosas desde un punto de vista parcelado: todo lo que hay sobre el mundo tiene un nombre y está clasificado dentro de algún rango. Pese a que tienen mapas de todo el mundo, no ven el mundo. Ven naciones divididas entre sí, ven fronteras y tratados, ven guerras y colonias. Van desde lo general a lo específico, poseen el conocimiento cabal, pero lo desmenuzan, lo archivan y lo clasifican y lo pierden en abstracciones y en restricciones. Vieron el mundo, pero no lo conocen.
    Mi Gente, los Indóciles del Arenal de los Muertos, poseían la visión contraria. La mayoría no conocíamos más que el arenal: ese era nuestro universo. Los más viejos contaban historias de montañas y bosques y campos: los antiguos hogares que tuvimos. Pero el nuestro era un mundo reducido; partíamos de un punto de vista parcelado, y desde ahí enfilábamos hacia lo absoluto. Desde aquel pequeño universo realizábamos nuestros rituales, y aceptábamos que ciertas cosas sólo eran: no se podían manejar, estudiar o clasificar. Son las fuerzas de la naturaleza. Así, pese a nuestras restricciones, lográbamos conectarnos y conocíamos el mundo, entendíamos el lugar dónde vivíamos, nos conocíamos a nosotros mismos, antes de buscar todo el exterior.
    No quiero decir que los míos eran de algún modo superiores a los de la Alianza; éramos irremediablemente ignorantes en ciertos aspectos, así como los Aliados son irremediablemente ignorantes en otras materias que nosotros manejábamos cabalmente. Quiero decir que la verdad está entre medio de ambas concepciones, y yo lo sé porque yo partí de aquel mundo restringido hacia uno absoluto, pero en lugar de ser rígido como las rocas fui flexible y combiné ambas corrientes. Por eso soy lo que soy y sé lo que sé.
    Dentro de la Catedral, el primer objeto que cobró mi atención fue el Inmenso Mapamundi que coronaba la pared del salón de Estudio. Allí estaban los Siete continentes: Hiperbórea, Morena, Ágila, Savagia, Nesea, Erebia y Titania; además de los archipiélagos: el Solar, al sur de Morena; el Ibérico, entre Hiperbórea y Erebia, y el Celestial, cerca de la costa occidental de Nesea. Al principio yo no sabía leer los nombres que se indicaban al costado de cada evento geográfico, así que me limitaba a mirar y distinguir los símbolos (las letras) unos de otros, para identificar qué conjunto de símbolos indicaba cada Continente. Mi analfabetismo provenía de una tribu que carecía del lenguaje escrito por la vida salvaje y nómada; esta falencia de conocimientos no fue solucionada durante mi aprendizaje en la calles de San Linus: Rowen era tan ignorante como yo, y Leng sabía poco y nada del idioma Aliado, salvo un precario conocimiento de cómo hablar y entender. Fue Raymond, uno de los monaguillos de la Catedral, quién primeramente me enseñó a leer el alfabeto gnóstico.
    No puedo decir que Raymond fuera mi amigo. Él parecía consagrar su vida a la religión y a los estudios. Era frío y cortes con toda la gente, y hablaba pausado como si no tuviera ningún apuro en la vida. Después de todo, esta constaba sólo de meditaciones, ayunos y menguados descansos. Raymond se encargó de ensañarme a leer, y luego aprendí geografía. Debí acostumbrarme a él, ya que era el único dentro de la catedral al que no le importaba mi origen mestizo. El resto de los monaguillos me rehuía, ya sea por miedo o por envidia por contar con el favor del reverendo Matius.

- Raymond...
- Dime
- ¿Por qué se llama alfabeto gnóstico?
- ...mmm... Interesante pregunta
- ...
- Poco se sabe de los alfabetos antiguos, salvo que tenían las mismas raíces que el nuestro. Pero el Fin de la Era anterior se llevó consigo gran parte de los conocimientos adquiridos a los largo del tiempo. Una de las pocas cosas que sobrevivió al Cataclismo fueron ciertos textos, escritos en el idioma universal ideado por el imperio de Magnatopía, ubicado en lo que actualmente es Ágila. Si bien nuestros idiomas se diversificaron nuevamente al concluir la guerra, el alfabeto magnatopico era aplicable a la mayoría de ellos, salvo a los correspondientes a los continentes del Oeste: Nesea y Erebia. Pero el estudio de este alfabeto era complicado habiéndose perdido su lengua original... es por esto que nuestra Iglesia de las Santas Palabras determinó modificar la base e implementar un nuevo alfabeto de veintisiete caracteres, correspondientes a los fonemas utilizados por las naciones de la Alianza, de la Unión y de la Liga Sagrada: el alfabeto gnóstico. Gnosis, el en antiguo idioma magnatopico significa "conocimiento". De allí el nombre.
- ...
- ¿Satisfecho?
- La respuesta es un tanto... complicada.
- ¿Qué más quieres saber?
- Podrías explicarme de dónde salió tanta Iglesia...
- Ese es otro de los legados de Magnatopía. En Hiperbórea los reyes de la luz desearon preservar su legado de sabiduría y organizaron enormes bibliotecas informáticas. Lamentablemente, están escritas en materiales y códigos indescifrables para nosotros. Sólo las bibliotecas clásicas, que almacenaban libros y almanaques, lograron sobrevivir, si bien muchas de ellas fueron destruidas durante el Fin de la Era...
- ¿Otros formatos?
- Al parecer las civilizaciones de la era magnatópica habían logrado elaborar su tecnología a tal nivel que podían condensar una biblioteca entera en escasos dos centímetros de material. Este material se llevaba a algún portal o aparato que interactuaba con él y lo codificaba... entonces era posible disponer de toda la información, visual y acústica, con solo poseer estos dos aparatos.
- ...
- ¿Entiendes?
- No. Apenas entiendo la tecnología de la Alianza.
- Ah, pero en la Alianza somos sumamente ignorantes, Treman. Si viajaras a Nesea o a ciertos suburbios de Hiperbórea quedarías perplejo con la maquinaria de artificio que ahí se despliega. Parecen obras extraterrestres, pero son fruto del estudio humano. Sin embargo, la Alianza ha decidido que la Tecnología no hace más que herir al género humano. No por nada desencadenó y participó en el Fin de la Era. No, señor. Ahora los Aliados nos encerramos a meditar y a cultivar nuestra mente. Procuramos no caer en el vicio que asoló la era anterior: Se alejaron de Dios y vivieron en el exceso y el Hedonismo. Ahora hemos vuelto a los sencillo, a lo rustico, esperamos que esta nueva era sea una era de paz y amor bajo el manto del Misericordioso. Mediante los estudios que nuestras sagradas instituciones efectúan, podremos trazar un camino a seguir durante la próxima era. Una vez que nuestra moral y nuestras costumbres se hallen bien nutridas de la sabiduría de nuestros antepasados, podremos replicar sus aparatos sin cometer sus mismos errores.
- Así que ese es el panorama...
- Sí. Y yo soy sólo un peón en este enorme tablero que el Dios mueve a su antojo. El reverendo Matius, en cambio, será un actor principal, un peón convertido en Reina. El cree que nuestros ojos deben aprender de la vida comunitaria de los Indóciles. Quizás por eso te trajo con nosotros. ¿Es su juicio correcto? ¿Es inmoral y monstruoso? No me corresponde a mí juzgarlo.

    Tal vez sí. Tal sólo soy una pieza para Matius, pensé. Eso explicaría un par de cosas. Un avance para las interrogantes que circulaban por mi mente.
- Raymond...
- Dime
- Hace un rato me hablaste del Fin de la Era, de la destrucción de las sociedades y de la muerte del orden global. Pero también hablaste de la recuperación del alfabeto y de no sequé alianza y no secómo organización. ¿Cómo es posible que hayan surgido en medio de tanto caos? ¿De dónde salieron? ¿Qué es eso?
    Raymond me miró tranquilamente, como solía hacer con todo el mundo. Pero vislumbré un brillo en sus ojos, un brillo que decía "Sagaz. Nada mal para un salvaje"
- Todo lo que vez ahora se los debemos a los Refundadores. Ellos sentaron las bases de este nuevo orden mundial, que nosotros hemos estado tratando de concretar desde hace años. Desde Hiperbórea y de Magnatopía surgen los primeros indicios en medio del caos general. Un puñado de cientos de hombres, unidos en pos de un bien mayor: Reordenar el mundo, salvarlo de sí mismo. Nos entregan la religión, el sistema de gobierno y el método económico a seguir. Ahora nos regimos así. Cómo te mencioné antes, los Reyes de Hiperbórea acumularon mucha información... ellos fueron parte del contingente de Refundadores del Mundo. Sus leyes sostienen nuestra sociedad.

    Fue la primera vez que oí hablar de ellos. Un momento clave en mi vida, que marcaría la pauta de mi búsqueda de esos Dioses, y de mis posteriores descubrimientos, tanto benevolentes como decepcionantes.
    Así fue básicamente mi vida en el Monasterio, ubicado dentro de las dependencias de la Catedral. Comencé a llenar mi mente de ideas nuevas, ideas globales que estaban inscritas en esos libros que aprendí a leer. Al Nassarium, el Biocore, La Porta, y quizás el más importante, la Primera Enciclopedia Samética. Allí me sumergí en mi primera pasión académica: la Geografía. Yo sabía de mapas mentales y sensoriales: me sorprendía ver dibujos representando lugares, en general, a gran escala. Montañas, ríos, hitos, fronteras, en fin, abstracciones. Revisé los correspondientes a mis tierras, las mismas que yo conocía a la perfección: no estaban señalados ni el Monumento a los Ancianos, ni la Roca de los Héroes, ni el Esqueleto de la Abundancia. Salvo un par de anotaciones, anecdóticas, El Geógrafo pasa de ellas y señalaba mis Islotes, con los nombres correctos (para mi sorpresa), y los Principales Montes, renombrados. El mío, dónde mi Lof dormía, se llamaba Catxahue, aquí se le mencionaba como Monte de Góngora. Una vez superado el trauma de enfrentarme a eso, pude estudiar con más detenimiento los accidentes de la Tierra. Sabía que los mapas, eran inexactos, eso avivó en mí las ganas de viajar por el mundo. Me dije que estaría allí sólo unos meses, lo suficiente para aprender disciplinas que me ayudaran en mi viaje. Finalmente fueron siete años, que a pesar de todo se me hicieron pocos.
    Me hallé con dos sorpresas al enfrentarme a la Geografía. La Primera, quizás la que dio vuelta mi concepción del mundo, fue descubrir que Xausa, de dónde vienen los Xausengs, quedaba en otro continente. Para ser más específicos, en Nesea. Cuando yo vivía en el Arenal de los Muertos, solía mirar el mar y me imaginaba: allá hay algo, más allá del mar. En algún momento tiene que acabarse y comenzará la tierra, como acá; porciones de tierra más grande que los islotes, capaces de soportar a mucha gente y animales. Pero yo desconocía el tamaño real del continente en el que me hallaba; y hasta ese momento no me lo había figurado. Ahora sabía que vivíamos en medio de masa enormes de tierra, y éramos insignificantes comparados con ellas. El mapa parecía hablarme: Morena, con forma de Gota descendiendo hacia el sur, donde aparecían pequeños puntos desperdigaos en el mar: era el Archipiélago Solar. Más al sur se encontraba Ágila, el continente gris, abandonado, en donde las Ruinas de Magnatopía descansaban. No demasiado lejos de la costa Occidental de Ágila se hallaban las primeras costas de Nesea, Tierra Industrializada y tecnochamánica, en dónde se erigían los montes más altos del mundo, emergiendo como cuernos del mar en la zona septentrional de la masa continental. También en ese mar se hallaban las Islas de Jinzu, el Archipiélago celestial, cuya principal isla era Xausa. Avanzando hacia el este se encuentra el desmembrado continente de Hiperbórea, basurero nuclear plagado de ruinas y misterios. ¿Quiénes habían vivido allí? ¿De dónde venían? ¿Quiénes eran los Griegos, Romanos y Galos? Era difícil determinar dado el caos que allí había. Al Norte de Hiperbórea estaba Erebia, con forma de embrión de cabeza, esperando el alumbramiento. Era una tierra mayoritariamente desértica en donde la tradición ubicaba bestias salvajes, si bien la mayoría parecía haber desaparecido. Era una tierra costumbrista y prospera gobernada mayoritariamente por líderes demócratas, la gente del ébano; y por republicanos liberales; la gente del desierto. Sus gobiernos eran laicos y se expresaba en menor medida el culto a dioses muertos como Alá o Yahvé. Lejos de Morena y de Erebia se erguía una sola isla denominada Savagia, de la cual a veces emergían pequeños puntos: son islas. Savagia es una isla dominada por gente caucásica, donde ciertos animales anómalos son criados para el transporte. El último continente de la Isla es Titania, la Gigantesca mole de hielo de extremo norte del mundo. Allí se dice que descansa la Atlantida, o que de allí surgieron los hiperbóreos: difícil de saber. El autor de la enciclopedia intentó explorarla pero fue atacado por animales salvajes que casi le dan muerte.
    Según el autor, algunos continentes debieron ser bautizados, o rebautizados, si es que ya tenían nombre. Pero se sabe de los nombres de Morena y Ágila por textos encontrados cerca del Archipiélago Solar: Se habla de la América Morena y de la América del Águila, sabemos ahora que américa significaba continente. Sabemos también que en esa época se guiaban con brújulas, que apuntan siempre hacia el sur.
    Raymond creía que podría hallar todas las respuestas encerrado en ese convento, creía, tal vez, que su maestro Matius estaría siempre allí para guiarlo. Yo he vivido casi doscientos años y sé que ambas cosas resultaron falsas.

1 comentario:

S.H.G dijo...

Wow, se empieza a armar el mundo! veamos como termina