16.4.11

DIEZ

    Dos profundas cicatrices surcaban el rostro de Cazaux. Llegó en invierno y sumió en la más oscura de las noches a San Linus. Yo, debido a mi condición de Hombre bestia, me vi forzado a abandonar la ciudad para eludir las acusaciones y la muerte a la que se me condenaría. Desde entonces comencé a viajar con aquel forastero de cabello y bigote rojizo, ojos grises y perfil aguileño, cuya espada se manchó con la sangre de Matius.
    El reverendo se había acercado a mi más o menos un mes después de mi llegada al Seminario, pero sólo para hacerme preguntas triviales sobre cómo me iba sintiendo en aquellas instancias. Creo que le alegró verme inmerso en los estudios, si bien no estoy seguro del todo que al reverendo algo le alegrara o apenara: parecía un espíritu ultramundano; algo que no pertenecía a este plano de existencia.
    Cuando hube estado un año allí me corte el pelo, que había crecido largo y ensortijado a lo largo de mi espalda. Me había puesto ancho y mis músculos se tonificaban por el desarrollo, aprovechaba de trotar en las mañanas dentro de los jardines de la catedral, que se extendía varias yardas. También me afeité la barba cerrada que parecía comerme el rostro: ya no era el mismo que había salido del Arenal. Ahora me parecía más a mi padre. No me reconocí en el espejo, pero de todos modos ahora era Trewán y no Lukán, así que no le di demasiada importancia.
    Pasó un año antes de tener una conversación seria con el reverendo, que me rebautizó con un nombre aliado, como correspondía a los "adoptados" por la Iglesia: mi nombre pasó a ser Raziel; acepté el cambio un tanto indiferente. Entonces el reverendo habló conmigo, mientras caminábamos por el jardín.
- ¿Ves esas flores, Raziel?
- ¿Las rojas? Claro que sí. ¿Qué con ellas?
- Su nombre es Capricho, y es una planta mundialmente reconocida por su hermosura y su belleza, si bien su cuidado es sumamente delicado.
- ¿Cómo así?
- Al ser una flor exquisita, muchos insectos parásitos suelen invadirla, y la mayoría trae con ellos, además, malas hierbas.
- Se eliminan los invasores
- No. No se pueden eliminar a los insectos, puesto que alguna fumigación podría afectar también a las abejas o avispas que benefician a la planta. Tampoco se pueden remover las malas hierbas, ya que la tierra sin ellas se seca y mueren las demás flores. ¡Qué dilema!
- ...
- La solución está en introducir otros habitantes: el insecto diablo se alimenta de los parásitos dañinos; la Bohemia es una planta que absorbe los nutrientes de las malas hierbas e impide el crecimiento de estás. Así se soluciona el problema de un modo diplomático, si te acercas a los Caprichos, podrás ver pequeños brotes de Bohemias cerca de sus raíces. Sin esa planta, considerada dañina por la mayoría, no se podría desarrollar una flor tan magnifica como el Capricho.
- ...presiento que esto tiene algo que ver conmigo.
- Quizás. Nuestra sociedad está francamente en decadencia, Raziel. La Alianza es un nicho de viejos fermentándose al sol. Tenemos demasiados prejuicios. Hemos dicho que deseamos avanzar con cautela, pero lo que de verdad hacemos es retroceder, caminar en círculos. La Tecnología es necesaria para el desarrollo de nuestros estudios, la integración de culturas distintas a las nuestras pueden ser funcionales. Me gustaría que el exterminio de las razas indóciles acabara, me gustaría que todas se integraran cómo tú lo has hechos.
- ...
- ¿Raziel?
- Tengo una pregunta.
- Adelante.
- Si sus ideales son tan altruistas... ¿Por qué se unió a los Caballeros de la Luz? ¿Por qué ordenó el asesinato de mi Clan?
    El gesto del Clérigo se ensombreció. Caminó más rápidamente y desapareció en un recoveco del jardín. No pude alcanzarlo, ni encontrarlo. La sangre me hervía, cómo hacía meses que no lo hacía. Matius si me veía como una pieza en su tablero: un instrumento dedicado a purgar su sociedad para que esta floreciera de modo indicado.

    Fuera de mis estudios nada relevante pasó durante mi estadía en la Catedral. Supe por voces que se había quemado el Natsuki, dónde yo solía trabajar, escuché por allí también que se estaba construyendo un Negocio a gran escala, una especie de mercado en un sólo edificio; el miedo al monopolio no pudo con él y al cabo de dos años casi todas las tiendas aledañas a él habían quebrado. Hubo una vez, también, que nos visitó un hombre, alto cargo dentro del Gobierno Central de la Alianza. Su nombre Wilstrom o Wilstraud, poco importa ahora. Vino a explicar que las negociaciones de paz con Valpuerto habían fracasado, el comienzo de una guerra era inminente. El Reverendo le dio su bendición, y rogó por que se encontrará una alternativa pacífica. Tras eso no supimos mucho salvo que el ala Norte de la Ciudad intentó ser asaltada por un grupo de guerrilleros, pero no pudieron con las fuerzas del Círculo. A todo esto, escuché que las fuerzas demoraron su actuar y murió una población considerable de inmigrantes durante el saqueo. De todos modos eso pareció no importarles a las autoridades. El reverendo no se pronunció durante todo este proceso. Por más que intenté sonsacar información, nunca supe nada más de Leng ni de Rowen. Tampoco el reverendo se dignó a aclarármelo.

    Y entonces llegó el año siete. Esa mañana no percibí nada distinto en el aire, si hubiera puesto atención, si no hubiera tenido mis instintos tan adormilados por la vida académica, habría podido oler el olor a sangre en la ropa de Cazaux, nítido a través de la grasa y el sudor de San Linus. Pero lo ignoré, quizás porque estaba habituado a la vida tranquila, o porque un asesino más, un asesino menos, que llegue a San Linus y se tome unas copas en un bar sórdido no era nada fuera de lo común.
    Pero las señales me lo decían; era un día distinto. Los monaguillos no estaban, ninguno: habían salido a un retiro espiritual, de los que yo había sido históricamente marginado por mi condición y por no ser monaguillo. Estuve solo toda la mañana, aproveché de comer y luego me retiré a leer el Nexus Ordo, de Philai. A eso de medio día me afeité y me corte el cabello. Me puse mis ropas de penitente y me miré al espejo: me veía raro, ni salvaje ni civilizado, sino una extraña amalgama entre ambos. Según el calendario de los aliados, tenía veintidós años. Cuando llegué, tenía quince, el reverendo, aunque yo no lo supe hasta mucho después, diecinueve. Era el clérigo que más joven había logrado un rango de poder. Mal que mal, era el regidor espiritual de San Linus, y representante de los Caballeros de la Luz. Esto me lo explicaría Cazaux después, aunque también Raymond hizo su aporte. Sin embargo, fue el propio reverendo el que me explicó las cosas claras, ese día. El día de su muerte.
    Fue a eso de mediodía que me retiré a los jardines a repasar la geografía de Morena. La Alianza tenía su origen en Hiperbórea, al menos, en lo que quedaba de ella. Su sede central se hallaba en Gótica, su centro de reuniones, en Humantaria. Pero muchos de ellos habían viajado a Morena y se habían establecido como jerarcas del territorio. Actualmente, nuestro continente estaba dividido en catorce naciones, si bien la mayoría de ellos era disfuncional y operaba en la práctica más bien mediante ciudades-estado, como San Linus. San Linus pertenecía a Portuaria, una nación bastante grande en comparación a los otros del Continente, ubicada más o menos en la zona oeste de Morena. Hacia el Norte se hallaba una liga de pequeños pueblos indóciles confederados bajo una sola bandera, que se alzaba como una nación opuesta a la Alianza: era Platina, una amenaza para el gobierno "central." Más hacia el Este aparecía Nuevo Extremo Gótico, que a pesar de estar administrado por la Alianza se jactaba de autonomía y poseía gremios suburbanos, parecidos a nuestras tribus. Allí, apegada al mar, atravesada por una Cordillera, se hallaba la Ciudad de Valpuerto; tierra de ladrones y mercenarios. La Guerra contra esos montoneros en algún momento se tornaría complicada, ahora no era más que un trámite con un par de escaramuzas. Estaba en eso, reflexionando sobre el acontecer social-político de nuestra Región, cuando percibí a alguien. No lo había notado llegar.
    Era el reverendo.
- Es un día hermoso.
    Guardé silencio.
- Hoy es el día. Vamos, Raziel. Tenemos que hablar.
    Entramos a la Catedral y nos dirigimos al estudio. Era un día esplendoroso.

- Te debo desde hace años una explicación, Raziel. Esperaba que este día no llegara nunca, pero de todos modos el destino de los hombres es ineludible, como en aquella historia en la que un hombre huye de su casa para evadir a la muerte, aborda un barco que naufraga y se siente feliz de haber sorteado a la Muerte, y se adentra en Minerva, que es dónde lo bota el naufragio, sin saber que la muerte lo esperaba en Minerva.
- No quiero historias, más que la suya, Reverendo.
- Ya voy. Para que entiendas todo debo contarte otra historia. La mía.
    "Nací en Valpuerto hace poco menos de treinta años, huérfano y hermafrodita. Las leyes de la Alianza debieran haberse encargado del resto: mi condición me condenaba a ser adoptado por la Iglesia, dónde me violarían un par de años hasta mi muerte. Era una aberración a los ojos de Dios, carecía de derechos. Pero otra cosa quiso el destino, ser criado por el Mestizo Cahuache, hijo de Serpientes con Aliados, fruto de alguna relación ilegitima. El me cuido hasta los ocho años y me enseñó a ser fuerte y hablar bien. Luego de criarme se suicidó ante mis ojos de forma ritual, y me envió al Seminario. Allí tuve que esforzarme el triple: debí ocultar mi condición andrógina; ganarme el favor de los curas, para lo cual demostré todo mi talento clerical; y hacerme un sitio en aquella sociedad, lo que endureció y en cierto modo mató mi carácter. A los doce presenté exámenes para ser clérigo, a los catorce dirigía misas y procesos. Sólo una persona conocía mi secreto, debido a su relación de a mistad de muchos años con el Mestizo Cahuache. Ese era el cabeza de la familia L'erain, quién siempre me mantuvo en situación de amenaza y extorsión. Por ello me uní a los Caballeros de la Luz, y a los dieciséis ya era vocero de mi jurisdicción. Acusé de traición al Jerarca L'erain y fue asesinado por los Caballeros. Toda mi vida, por corta que sea, se ha tratado de eso. He traicionado y manipulado gente, en contra de las enseñanzas que Cahuache me legó.
    "Me mudé de Valpuerto para dejar atrás ese trozo de mí que aún pensaba con el corazón, en san Linus me gané el favor de los Caballeros dirigiendo la Operación de Limpieza de la Zona, que se traducía en el genocidio de tu raza y de otras muchas que pululaban por aquí. No fui capaz de hacerlo por mí mismo, por eso contrate mercenarios que hicieran el trabajo sucio. La Verdad es que en cada indócil veía el rostro de Cahuache reprochándome mi actuar, Cahuache, la única persona que me ha a aceptado cómo soy en verdad. Me refugié en el estudio y el sacerdocio, pero mis pecados eran difíciles de perdonar.
    "Soy casto, y tal vez si no hubiera sido sacerdote también lo sería. No sé qué busco ni que quiero, pero estoy incontaminado por el sexo, y por eso mucha gente me vio como una figura celestial. Sólo he amado a una persona, pero esa persona es el hijo de L'erain, y me odia desde entonces".

    Un trueno interrumpió la charla. No me había dado cuenta de cómo había pasado el tiempo, ni de cuando se había nublado el cielo. Afuera la lluvia comenzaba a desencadenarse contra el atardecer.
- Supe de tu llegada a San Linus desde el momento en que pusiste un pie en la ciudad. Manejo todos los hilos de este lugar olvidado de Dios, y conocía tu origen, tus asesinatos y tus intenciones. Supe que los mercenarios habían fallado con ustedes, pero fui yo quién les ordenó que no los mataran a todos. ¿Por qué? ¿Para prolongar su agonía? ¿Para expiar mis culpas? No lo sé. Quizás esperaba que uno de ustedes se alzara y los liberara, mitigando en parte mis sentimientos de culpa para con ustedes.
    "Debes saber, Raziel, que lo que te dije es verdad, pero a medias. Sueño con un mundo dónde todas las razas estén unidas y en libertad, sueño con acabar con la Alianza. Pero soy demasiado cobarde y estoy demasiado contaminado para hacer eso, ahora debo pagar mis culpas. Pero Hay gente que está haciendo cosas y puede ayudarte, si los encuentras. Aunque es probable que ellos te encuentren a ti. Quise que estuvieras aquí y que aprendieras estas cosas como una forma de retribuir lo que te hice; mi aporte es insignificante comparado con tu dolor, pero al menos hice algo. No fuiste sólo una pieza o un experimento: fuiste una oportunidad de demostrar que la Alianza está equivocada. Tu deber comienza ahora: deber hacerte conocer, debes destruir este árbol podrido. Yo soy Grande para muchos, también soy la demostración de que sus prejuicios están equivocados. Pero fui cobarde y obedecí en todo, excepto en pequeños detalles. Nadie del Gobierno Oficial sabe que tú estás aquí. Fue sólo mi secreto. No podía dejar que murieses de nuevo. Los idiotas cómo yo deben morir, la gente cómo tu debe vivir y construir grandes cosas.
    "Merezco todo tu odio por la muerte de tu clan, y de muchos otros. Pero fui solo un intermediario de las órdenes. Te puedo dar un nombre, el nombre de tu verdadero enemigo.
    "Cuando tengas tiempo viaja a Sabuesos y pregunta por Lucio. Hallarás las respuestas tú mismo.
    "Estás aquí porque quise que aprendieras, quise que conocieras mi punto de vista y reflexionaras sobre esto. Y quise también que presenciaras algo
    "Es un largo viaje el de la vida ¿No? Tengo sólo veintiséis, pero siento como si hubiera vivido millones de años.

    La aparición de Cazaux corta abruptamente la conversación.

1 comentario:

S.H.G dijo...

Hasta que se supieron las intenciones...y yo pensaba que simplemente se lo quería afilar....