12.2.11

UNO

    La lanza se hundió en pecho del traidor. La herida dejo brotar la sangre, caliente, espesa. Travis quitó el arma y lamió la hoja en un gesto de bestialidad. Sabía lo que quería, y lo que hacía. El trabajo ya estaba listo, desde hacía horas. Él sólo se estaba divirtiendo. En el suelo, el traidor moría. En el cielo, la mañana, blanca, era hermosa. Se preparó para acabar con la víctima. Pero entonces interrumpió.
    Él, con el cabello ensortijado y la espada asida firmemente con ambas manos, blandiéndola al compás de una danza brutal.
    Lancelotl.
    ¿Qué sigue después? ¿Cómo acaba la historia? Esa es la parte en la que suelo interrumpirme, pues no viene al caso seguir. Todos conocen el final del cuento, ya que Lancelotl siempre gana. Esa historia se la contaban a tus abuelos cuando tenían la mitad de tu edad, amigo. Porque la tradición oral es fuerte en nuestra tierra, y yo también fui parte de ella. Pero yo oía otras historias, historias de la Madre Noche y del héroe Quiltrón. Y de cómo se forjó la Espada de Oro. Y después me tocó a mí ser parte de esas historias, y aprendí algo: hay una razón por la que Lancelotl siempre gana en las historias. Y es muy simple: porque nadie cuenta las historias donde pierde. Fracasó mil veces, pero la gente recordará no el día en que la hija del carpintero fue asesinada sin que el héroe pudiera hacer nada para detenerlo, si no que hablarán de cuando destronó a Siegmund McSeth de las tierras del Este.
    Esta, por si les interesa, es mi historia. He tenido muchos nombres, pero me reconocen por uno.
    Mi nombre es Lancelotl. Llámenme como quieran.

1 comentario:

S.H.G dijo...

Como intro está wena, pero así no más niun llobri la verdá..eso, ta piola!