14.2.11

DOS

Nací siendo lo que soy, y es algo que jamás negaré. Mi familia y mi sangre (sangre caliente de demonio) provienen del viejo clan del Norte, donde los árboles crecen hasta alturas ingentes, y se enredan entre ellos como a propósito, tratando de impedir el avance del hombre y del hierro. Pero yo nací acá, en la tierra de las estepas grises dónde el suelo parece de cenizas, y aquí tuve mis primeros amigos y maté mis primeras presas. Nací mirando el mar, y dormí mil noches bajo el cielo estrellado, bajo el manto infinito del Arenal.
    Nací llamándome Lukán, y fui bautizado con sangre de lobo. Desde entonces esa fue mi estampa, Lobo Blanco. Mi herencia, de piel tostada y cabello albino, me valió también para ser consagrado a la Noche y a la Luna. Los ojos, de un amarillo intenso, fueron tomados como otra señal. Fuego. Mi padre rió, feliz, y rugió con su vozarrón de León
-¡Un Varón! ¡Mi primogénito es un varón del fuego!
    Estaba muy orgulloso, y me aceptó feliz como parte del Lof. Nuestro Clan era el de Nahuel, y nuestro tótem, la Luna.
    Vivíamos a la sombra de los riscos que se formaban en la zona oriental del Arenal, el Arenal de los Muertos, como le llamaban tierra adentro. Cazábamos de noche algún animalejo descuidado que abrevara en los arroyos, y pescábamos en los islotes negros que decoraban el mar. Nunca ningún mar fue tan azul como ese, siempre embravecido y erizado de olas, excepto en la noche, cuando reflejaba las estrellas y parecía que el cielo era infinito en el horizonte. La dieta era principalmente carne, y la piel del guanaco, del zorro y del puma eran la ropa y las Tiendas en las que dormíamos. Yo solía dormir junto a mi madre, contemplando el mar hasta conciliar el sueño.
    Mi primer amigo fue Uk. Era más alto que yo, y su piel y su cabello parecían ser más amarillos. Sus ojos eran del color del césped, pero eso yo no lo sabía, porque en mi tierra sólo había arena y mar. Su clan era el de Linko, y su tótem, la Montaña. Juntos recorrimos toda la desolada región, hasta tatuar en nuestras mentes la geografía de cada centímetro de aquella tierra. Nos escondíamos en los riscos y acechábamos cavernas. Él siempre llegaba airoso con una liebre o una gaviota entre sus manos. Yo corrí menos suerte, hasta que logre destrozar un Huemul en la carrera. Regresé con una pierna del animal al hombro y con el cuerpo cubierto de sangre. Uk y yo reímos por aquello. Y cuando mi padre vio el fruto de mi cacería, decidió que había que celebrarlo. Reímos y cantamos toda la noche, y varias veces conté la hazaña. Mi padre se veía orgulloso, feliz.
    Uk se desposó con una de mis hermanas. Ya lo habían tatuado con su Familiar: El Pez. Cuando cumplí catorce ciclos, también yo fui tatuado con mi familiar: El Cuervo. El próximo ciclo debería buscar pareja. El mundo era perfecto y simple, y no hubo para mi lugar más feliz que el arenal, donde éramos libres e iguales.
    Y entonces acabó todo.
    Me despertaron los gritos. Alguien había prendido fuego en la tienda de Koi. Corrí a investigar, pero algo me derribó. Era Uk. Lo siguiente que hizo fue hablar, pero lo hizo muy bajo, y con dificultad.
-no... te mue... vas...
    Y entonces noté que estaba herido. No me contuve y me puse de pie de un salto, pero Uk trató de detenerme. Se aferró a mi pierna y dijo, con voz apenas audible:
-los hombres... los hombres...
    Luego de eso no volvió a hablar más. Corrí hacia la casa a buscar algo con que defenderme. Y entonces hallé algo que hubiera preferido no ver.
    Con una herida terrible en el pecho. Con los ojos apagados, sin luz en ellos. Con el cabello manchado de tierra y de sangre.
    Mi Padre había muerto.
    Rompí a llorar. Y grité, rugí. Rugí como nunca antes lo había hecho, y sentí el sabor de la sangre en la boca, y deseos de matar. Deseaba venganza, guiado por una rabia ciega, quería asesinar con mis manos y destrozar al culpable de aquella tragedia, a la persona que había apagado para siempre la luz de mi padre, el León del Sol.
    Pero antes de poder hacer nada, un objeto contundente me golpeó en la nuca y caí de bruces, tragando arena en la caída. Cuando recuperé el conocimiento, las llamas de mi Clan quemándose ardían a lo lejos. Supe con certeza que todas las personas a las que había amado habían muerto. Los Hombres, invasores de nuestra Tierra Sagrada, me llevaban, junto con un par de otros especímenes, en sendas jaulas de hierro, para vendernos como mascotas o esclavos, conceptos completamente desconocidos para nosotros. Esa fue la última vez que vi las grises tierras de mi hogar.
    Dicen que el Arenal es gris porque hace años quemaron un imperio en ese lugar, y lo redujeron a cenizas. Nunca supe si esa historia era cierta. Tal vez, como con nosotros, deseaban simplemente acabar con la felicidad de un pueblo.

1 comentario:

S.H.G dijo...

Esta me gustó!! la encontré súper bonita! sin duda te luciste aquí