26.2.11

CINCO

Llegué a la ciudad de San Linus llamándome Trewán. Ese fue el nombre de hermano que me dio  Wendikán antes de separarnos, prometiéndonos que nos volveríamos a ver, bajo otras circunstancias, para celebrar nuestra amistad. Luego tomamos caminos opuestos: él debía volver a sus montañas, con su gente, y no tenía nada que ver con mi venganza.
    Mi última noche en el campamento de esclavos vi cómo se hundía el sol desde mi celda, mientras en mi cabeza los engranajes comenzaban a girar planeando el escape. Cuando un guardia intentó persuadirme para que trabajara, le rompí la mano, sabiendo que por ello tratarían de ejecutarme. Esa era mi ventaja, mi oportunidad. Los hombres, enfundados en sus chaquetas de ejército y armados con sus fusiles, se creían invencibles. Al subestimarnos se condenaban a sí mismos, y así fue como acabaron sus días.
    Me llevaron mi última comida, engrudo, igual que días anteriores, y a provechando un descuido del guardia lo agarré del cuello, presionándolo contra los barrotes. Le dije que podía vivir si contestaba un par de preguntas. Me dijo todo lo que sabía, pero era casi tan ignorante como yo. Sólo recibí un par de señas, y el nombre del Inspector. Él podía saber. ¨Tras un golpe, él guardia acabó inconsciente y desnudo dentro de la celda, y otro hombre, vestido con la ropa de servicio, abandonó el lugar. Durante mi infancia mi madre me contaba gestas de héroes de la Alianza, porque deseaba que mi concepción de mundo no se limitara a aquella planicie. Fue la historia del Cristobalón Negro, aquel pirata que depredaba la zona este del continente, la que me inspiró a disfrazarme, a torturar, engañar y finalmente quemar (Cuando lean lo que hice después notarán enseguida el parentesco entre la obra y mi actuar, como ya lo habrán notado en mi trato con el guardia).
    Con el sombrero bien puesto para que la cabellera blanca no quedase a la vista, bajando la vista para no delatar la mirada ambarina, me deslicé a través del laberinto de toldos hasta llegar a una tienda mayor que las otras, en cuyo costado de tela había bordado un emblema: Un león y un dragón, ambos desafiándose, sosteniendo una espada. Con los años aprendería que aquel es el signo de la alianza. Y dentro, mi presa: Carlos Bauchef, el Inspector.
-¡Mi señor! ¡Uno de los prisioneros ha escapado!
    El bastardo Bauchef estaba echado encima de un montón de ropa sucia que hacía las veces de lecho, chupando de la boca de su botella de aguardiente. Al oír mi advertencia, escupió
-¡¿QUÉ?! Esto es inaudito, que mierda de guardias tenemos... - pero pasados unos segundos se calmó- bien, no importa, en tanto entreguemos unos quince bichos el lunes próximo, no tendrían por qué no pagarnos- ahora comenzaba a entender. Bauchef y los guardias que nos torturaban acá no eran más que Mercenarios pagados por una mano poderosa y mayor que prefería no ensuciarse. Al parecer aquello no sería demasiado fácil, pero debía al menos intentarlo, llegar un poco más lejos. Se lo debía a mi clan. Se lo debía a mi padre. Cuando Bauchef se dio la vuelta y me ordenó que retirar, me quede allí. Eso lo irritó.
-¿Es que acaso no escuchas? ¿No oíste mis órdenes, eres imbécil? Te dije que te retires. En tanto maten a ese fugitivo, no debería haber demasiados problemas- se acercó tanto a mí, tratando de intimidarme, que llegó a mi nariz su odioso a aliento putrefacto a carne seca, licor, tabaco y bosta. Su barba, sucia y descuidada, le recorría el rostro como una planta parasitaria. Era detestable, y entonces, lo golpeé. Lo golpeé varias veces, pateándolo en el piso, sacándome afuera la rabia que causaba verlo allí, indiferente al dolor y a la masacre de mi gente, sensible sólo al movimiento del metal dorado en las arcas de sus dueños. Lo golpeaba mientras lloraba, y preguntaba, le preguntaba al hijo de puta, le escupía en la cara mi interrogante. Él se reía y lloraba y entre medio de arcadas vomitó algo, información para mí. Un nombre, un lugar. Una pista.
    El hombre que salió de la tienda llevaba la ropa del inspector, pero tenía el cabello blanco y los ojos amarillos. Balanceando las llaves en mis manos, abría cada celda y dejé salir a cada hombre y mujer que habitaba aquel cautiverio. Ellos, liberados, se encargaron de huir por su cuenta, y ellos, además, se encargaron de los guardias. Wendikán se emocionó al verme llegar, y me ayudó a quemar aquel infesto lugar, testigo de la brutalidad de los hombres. Y yo, en mi fuero interno, me avergonzaba, porque me sabía hibrido y por lo tanto, emparentado a aquellos que nos arrebataban la tierra. Y viendo como ardía el campamento, comprendí que yo también era capaz de cometer atrocidades de vez en cuando.
    Iluminados por las llamas nos despedimos, prometiéndonos volver a vernos. Mientras, en mi cabeza resonaban las entrecortadas palabras del Inspector.
-Era... era un tipo rubio, no sé quién es... la orden de aniquilar estos pueblos vino de arriba en la jerarquía de los Caballeros, pero yo no... yo no sé nada ¿entiendes payaso? ¿entiendes, animal? Lo único que sé es que el tipo que prometió pagarnos se llamaba Matius, y es algo de la Iglesia. No sé a quién responde, tampoco me interesa ¿entiendes? ¿entiendes algo que yo no entiendo? no debería decírtelo, pero qué más da, jamás nos pagarán, ahora estoy muerto. Si quieres saber algo deberías ir a la cede de este cuadrante territorial. Ve a San Linus, bestia. Ve para que te cuelguen.
    En San Linus hay una Cede de los Caballeros. Allí, dentro de aquellas paredes, en aquella ciudad amurallada al pie de los cerros, un hombre sabía la respuesta. Ataviado de la forma más cautelosa posible, cruce el umbral de aquella ciudadela, bajo el nombre de Trewán. Armado sólo con mi ingenio, intentaría sobrevivir a aquella ciudad famosa por su odio hacia los híbridos. Ni yo, ni la gente de aquel poblado, ni siquiera la madre noche, habrían previsto el singular giro de acontecimientos que se desencadenaría a continuación.

2 comentarios:

S.H.G dijo...

Estaba empezando a pensar que algunas faltas de ortografía eran adrede...pero "golpiaba"??? escríbelo en el word primero y de ahi le day copy paste al blogger...
No bastante igula me gustó...se desvelan poco a poco las hazañas del guerrero de los muchos nombres!

Lupus dijo...

pues yo no veo ninguna falta de ortografia...
XD