Y llegó a mis oídos así, casi por casualidad. Debían ser tres o cuatro días antes del día de la madre, y me di cuenta que mi cabello había crecido demasiado. O sea, en exceso no, nrmal para la vida en la urbe, pero muy largo para las oficinas. Y quizás yo no era un trabajador estrella, pero quería entregar al menos una imagen presentable.
Mi pega era extenuante, entraba a primera hora y salia con tiempo para llegar a la casa a dormir 7 o 6 horas. Y ya estaban casi todas las peluquerías cerradas. Excepto esa. Una pequeña luz en medio del persa gris. Un cuartucho, de no más de 3 metros cuadrados, con una señora, de unos cincuenta años, cortando pelo adentro.
A esas horas todos se habia ido a casa. Pero había alguien en la peluquería. Una viejecita, dandose una manito de gato. La peluquera sonrío al verme en el umbral y me abrío la puerta. La anciana también sonrío al verme ahí, y exclamó:
-¡Que bonito jóven!
Espere mi turno educadamente, como me habían enseñado en la oficina. Y fue allí, precisamente, donde la oí.
Fue la peluquera la que empezó a hablar, y oí en silencio la conversación de las mujeres.
-No me gusta el día de la madre
-¿Y por qué?
-No sé, me molesta no más
-A mi me gusta. Me vienen a ver mis hijos. Tengo uno en Osorno, está más grande...
-Yo no lo celebro.
-¿Y sus hijos?
-Yo no tengo hijos, nunca quise. ¿Para qué?¿Para que se queden solos?¿Para llenar mi vida?
-Es lindo. Yo antes iba a ver a mi mamá.
-Tal vez por eso no me gusta.
-¿Qué pasó con su mamita?
-Murió. Murió cuando yo tenía dos años. En un accidente.
-¡Valgame!
-Si. Sabe, murió camino a La Serena. Y me iba a llevar, pero ese día se me ensucio la ropa y decidio que me mandaran despues. Fue como un impulso.
-El Señor.
-El Señor.
-Que pena
-Por eso no me gusta.
-El Señor le mostrará a su madre.
-El Señor ya me la mostró, señora.
-¿Cómo así?
-Mire
Saco una foto del cajón. Ahí, en blanco y negro, había una mujer, crespa como la peluquera. Quizás más joven. Su madre.
-¿en la foto?
-En un sueño. O quizás no...
-Que es rara usted para hablar
-Es que fue raro. Yo estaba sola en mi casa, tenía como ¿10 años? Una vez me quede sola. Vivía en una casa grande, con mi tía. Y me quede sola, y me dio sueño y me quede dormida. Y tal vez, desperté, o soñé que desperté... Y ahi, junto al ventanal abierto estaba ella. Cuando murio se había alisado el pelo, asi que asi se me mostro, pero era ella: Delagada, trigueña, de cabellos negros y lisos, profundos ojos ambar... y un vestido azul.
Me sobresalte con la última parte.
- Le conté a mi tía, y me dijo que si, que era ella.
-Que bonito.
-Si. Ya no necesito celebrar tonteras.
-Fue un regalo. Un regalo del señor.
Fue un lindo relato, intimo. Casi me senti invadiendo la privacidad de la señora, como si la hubiera espiado mientras se cambiaba calzones. Y fue por eso, por verguenza, o quizás por amabilidad, que me dio no se qué decirle que no había visto a su madre, y que solo la Muerte se viste de Azul.
1 comentario:
bonito, es como intimo como dijiste, osea, suena intimo, personal. me gusto, aparte que es corto ajjaja, buenas vibras!!
bye!
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