2.10.09

Bajo un Sol Negro (1)

Recuerdo el frío, pero no mucho más que eso. No sé por qué intrincadas calles me llevaron mis pasos; pero para cuando me dí cuenta me hallaba rodeado de casonas antiquísimas y mugrientas, que practicamente se caían a pedazos. Ignoraba yo que en Pleno Snatiago existiera un Barrio de esa índole, pero de algún modo ese lugar me parecía vagamente familiar.
De pronto oí una risita. Alzé los ojos y ví,a unos metros de mí, sentado en la cuneta, un indigente pobremente vestido con harapos, toda su figura recubierta de suciedad y cochambre. Me llamó la atención que estuviera vendado; entonces fijé mi atención en los objetos que lo acompañaban: Un bastón de madera y un pequeño tarro con monedas. No era, a todas luces, más que un pobre mendigo que se moría de hambre en aquel barrio.
Me dispuse a seguir mi camino, pero entonces escuché una voz.
-Alto.
Me quedé parado en seco ¿Era a mí a quien le hablaba?
-No tengo plata, Viejo.
-No es plata lo que necesito.
Entonces me quedó mirando. No, su rostro apuntaba ahacia mí, en realidad no me veía. Era sólo una coincidencia. Quizás me percibía. Había leído eso en algún lado; que los demás sentidos de los ciegos se amplían para suplir al que falta.
-¿Qué quieres entonces?
-Quiero que me ayudes.
Arquié las cejas.
-No tengo tiempo para esto, viejo. Si quieres ayuda, vete al Hogar de Cristo.
El Viejo se puso serio. No movía ni un solo músculo. Intuí que estaba cabreado.
-Deja de hablar huevadas, Felix. Estoy hablando en serio.
Me quedé de una pieza.
-¿Cómo sabes mi nombre?
Sentí un temblor frío en la médula. El Ciego sólo se limitaba a sonreir.
-¿Quién eres?
Soltó una risita.
-Tu conoces esa respuesta.
Entonces, estremeciendome al percibir dentro de mí algo ajeno a mi ser; comencé a vomitar las palabran en medio de nerviosos estertores.
-Tú... tú eres Salvador...-temblaba al hablar- Salvador Quintana. Sí, Salvador Quintana, el Astrónomo.
Luego de esto llegaron la nauseas. Apoyé una rodilla en el piso.
-¿Comienzas a sentirlo ahora, no?-mientras decía esto se levantó- El cuerpo humano no está acostumbrado a este tipo de experiencias. Suele vivir indiferente en su mundo, encerrado en un eterno Pratityasamutpada. Por eso es que les vienen las nauseas cuando se encuentran con su destino.
Caminó hasta mí y poso una mano sobre mi cabeza.
-Ahora-lo escuché decir- estás ante el abismo. Sólo basta un pequeño empujón.

A continuación procedo a describir el mar de horribles sensasiones que cruzaron mi mente. Debido a que hasta el día de hoy conservo la intergidad física, he decidido que estos estertores fueron puramente alucinaciones. En parte, también he decidido esto para conservarme lo más cuerdo posible.

Súbitamente sentí como si dos agujas de hielo ascendieran por entre mis aortas. Me sobró la garganta, que me parecía sólo un horrible bolo de cartilago, visceras y coagulos a la altura de la laringe. Mi estomago se volteó, revelandome los finos nervios que le recubrían. Y entonces comenzó la peor parte.
De mi boca empezó a manar una materia oscura, similar al petróleo, que salía a chorros de mi cuerpo en medio de espantosas arcadas. Creí morir; comecé a llorar, y las lágrimas me quemaban los ojos. Temí que se me fueran reventar.
Uno; Dos; Tres litros. Una lenta agonía que se arrastraba, y deje de distinguir un momento del otro, tenía la impresión de haber estado vomitando aquella horrenda sustancia toda mi vida. El aire se llenaba de putrefacción y muerte. Y de pronto, sólo manó agua de mi boca. Tuve la esperanza de que aquellos tortuosos estertores hubieran llegado a su fin, pero enseguida sentí un dolor horrendo, como si mi corazón intentara escaparse por mi garganta. Comencé a tozer espantosamente, y sentía como se desgarraba mi esófago. Luego de eso me desmayé.
Cuando logre despertar, todo seguía igual. Creo que no perdí el sentido más de cinco minutos, pero durante la inconciensia se pierde trambién la noción del tiempo, a tal grado que a veces es dificil decir a ciencia cierta si se ha estado dormido un año o un minuto.
Me Levante. El horrible charco seguía fente a mí.
Entonces Salvador se arrodilló e introdujo su mano en aquel pantano en miniatura- pensandolo bien, no tan en miniatura- y extrajó de él lo que al parecer fue lo último en botar.
-Este-dijo- es el demonio que te ha controlado todos estos años.
Sostenía una pequeña esfera, de textura similar a la piedra pomez, pero negra como la obsidiana. No superaba en tamaño a una pelota de Ping-Pong. Me dí cuenta que en el charco de vómito había más piedras como esas, similares a canicas negras que flotaban en el estiercol.
-El Mundo está lleno de Demonios, Felix- a través de la venda, el ciego me miraba a los ojos- y no todos son como la gente los imagina- guardó silencio unos instantes- No entiendo cómo has podido vivir todos estos años con tantos parásitos dentro.
Recogió el resto de las piedras y las guardó en una bolsita de cuero que extrajo de entre sus ropas.
-Ahora es cuando comienza tu iniciación.

1 comentario:

S.H.G dijo...

Interesante, me llamó la antención el nobre del personaje, el mismo que usé yo...